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Una de las grandes evidencias de la maestría de los escultores ipolkanos se encuentra en la representación pétrea, en calcarenita blanca, del lobo matando al cordero. Siglo V aC.
Cerrillo Blanco de Porcuna, Jaén.
Los trazos, el pulido, los detalles anatómicos y expresivos de los animales es impresionante. El lobo firme y decidido muerde poderoso el cuello del cordero, y este se retuerce, torciendo el cuello, sin vuelta atrás, conocedor del fin que le espera. El gesto del lobo, de fuerza y fiereza, queda patente en sus arrugas y en sus ojos, definidos perfectamente y con detalle de pupilas incluido.
Una obra sin precedentes escultóricos y que deja, durante su contemplación, un rumor audible del gruñido y el quejido del momento.
Pero que podríamos vislumbrar de esta escultura. Si bien nos podemos quedar con la belleza plástica de la obra cinegética animal, podríamos establecer un paralelo simbólico.
El lobo en el mundo ibero es la representación del guerrero, del lider, del organizador de la manada, del régulo, del alfa, del jefe. Que esta representación se hallase en un contexto tan variado como el del Cerrillo Blanco puede dar lugar a pensar en una más. Yo sinceramente creo que no.
Está realizada a tamaño natural, lo que la hace mayor que muchas y el nivel artístico y de detalle es extraordinario, no se usaría un maestro cantero para esta escena si no fuese por un motivo importante. Sería la representación del guerrero, del lider, del lobo, doblegando y matando al enemigo, sin que este tuviera alguna posibilidad. Signo visible de su poderío y dominio, y aviso claro del futuro de los que se atreviesen a enfrentarse a él, correrían la misma suerte que el cordero. Acabarían doblando el cuello y emitiendo su último quejido.
La dominación del lobo alfa.
Fotos propias.
Museo arqueológico de Jaén.
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