domingo, 7 de febrero de 2021

M̓̈́͠Ë́̐̓G̓̈́̀A͊̓͑L̈́̐͠I͛͆͠T͛͝͝I̿͑͠S̽̾͌M̾͊̐O̾̓ A̓̿͒T͛͝L͒̒̚Á̔̀͊N̓͑̕T̈́̾͠I̓͒̾C̽̔͊O̒̈́͠

 

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A finales del neolítico se desarrolla en la costa atlántica de Europa y en ciertos puntos del Mediterráneo la gran Cultura Megalítica. Megalitos, menhires, cromlech... y dólmenes.
Las sociedades han cambiado, se cria ganado variado y se cosecha y guarda el grano para el invierno. La religión es un gran pilar social y el homo sapiens empieza a ser consciente de su entorno en su forma más analítica, inicio de la protociencia útil.
A cualquier ser humano actual le suena Stonehenge y lo reconocería fácilmente. Pero en España tenemos (personalmente así lo creo) la mejor y mayor obra del megalitismo mundial, el dolmen de Munda. En Andalucía, en Málaga, en Antequera... una obra perfecta de ingeniería de 6.000 años de antigüedad.
Pero es lo que es, no por él, sino por donde está. Justo enfrente de la natural (y para sus constructores, sobrenatural) representación del gran dios de mirada al cielo, del indio antequerano, del ancestral protector doleménico... 6 milenios orante y silencioso.
Sin duda alguna, si la construcción de Menga estuviera en las bretañas, por ejemplo, sería reconocible en cualquier confín del mundo.
 


 

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